Esta vez sí, esta vez sí! Esta
vez no tuve que resignarme a volver a casa decepcionado y triste. Esta vez no
tuve que saborear el amargor del abandono y sentir desolado como tanto trabajo,
esfuerzo e ilusión se desvanecían ante mí a sólo 15km de meta, justo a las 2 de
la mañana después de 17 horas de carrera. Esa rabia e impotencia que uno siente
cuando un desgraciado imprevisto te aleja de un gran objetivo.
Han sido 365 días de larga espera para volver al mismo escenario, para volver a vibrar con la carrera, a sentir esa tensión previa en línea de salida, esa tensión que uno siente en silencio y concentrado cuando visualiza interiormente el recorrido de la misma por última vez. Sí, son esos 10 minutos mágicos previos que siente cada corredor, sumergido en los acordes de la música diseñada para la película “El Último Mohicano”, rodeado de mil locos con los mismos nervios y el mismo objetivo, arropado por un pueblo volcado con la prueba y bajo una noche tranquila y cerrada sin luna.
Han sido 365 días de larga espera para volver al mismo escenario, para volver a vibrar con la carrera, a sentir esa tensión previa en línea de salida, esa tensión que uno siente en silencio y concentrado cuando visualiza interiormente el recorrido de la misma por última vez. Sí, son esos 10 minutos mágicos previos que siente cada corredor, sumergido en los acordes de la música diseñada para la película “El Último Mohicano”, rodeado de mil locos con los mismos nervios y el mismo objetivo, arropado por un pueblo volcado con la prueba y bajo una noche tranquila y cerrada sin luna.
Todo está a punto! Ya no hay
marcha atrás ni tiempo para lamentaciones. ¿Hubiese preferido llegar con más
entrenos y menos peso? - Sí! ¿Acompañado de amigos para inmortalizar juntos
otra prueba para el recuerdo? – Pues sí! Pero las circunstancias son las que
son, el verano y el calor tan cercano impiden hacer una buena preparación. Sin
embargo la confianza en la ilusión y ganas para esconder carencias son enormes.
Vamos!
A las 7.00 de la mañana, todavía
de noche, bajo la luz anaranjada de las farolas que iluminan la plaza porticada
de Bagà, los vecinos en los balcones, familiares y acompañantes rodeando la
plaza, bajo una tensión que desborda el ambiente, nervios a flor de piel y
música a todo volumen, de repente explota la cuenta atrás: “diez, nueve, ocho…”
y es cuando un alivio se apodera de mi. Por fin ha llegado el momento, se
terminó la espera, ahora es el momento de
disfrutar. Cada zancada, cada paso cuenta y resta.
Los primeros metros que unen las
dos plazas son lentos, salgo entre las últimas posiciones y el colapso es
importante por Carrer Major. Al llegar a Plaça Catalunya ya se puede empezar a
correr, me despido de Gemma que la encuentro en el sitio acordado, y
rápidamente me reincorporo, intento recuperar alguna posición por el transcurso
de las calles que me despiden del pueblo antes de afrontar los primeros metros
de montaña. Sin embargo ya es tarde, los primeros tramos de sendero abrupto se
convierten en colas de espera, donde participantes desesperados optan por
realizar ineficaces y breves atajos, que rápidamente la vegetación les obliga a
reincorporarse a la fila pocos metros después, saturando aún más la situación.
Es una situación incómoda que desaparece al incorporarnos a la pista, donde
puedo empezar a correr para ganar posiciones y adelantar participantes más
lentos que yo. La pista desemboca en un prado, donde rápidamente al dejarlo y
coger la estrecha senda ascendente se vuelven a generar más colas y espera.
Interiormente tengo la sensación
de que este tramo lo he hecho bastante más lento que el año anterior por los
colapsos. Sin embargo, sorprendentemente lo he hecho 2 segundos mejor:
1h44’01’’ frente a los 1h44’03’’ de la pasada edición! Recargo en el Rebost los
botes, como algo de fruta y salgo rápidamente. Antes de llegar a la segunda
rampa después del refugio, bastante dura, aproveché para comer un pequeño
sándwich y reponer fuerzas. En esta segunda parte de la subida había mucho
menos público que el año pasado, el día tapado impidió a mucha gente animarse a
subir. Poco a poco y a un ritmo más constante voy ascendiendo con buenas sensaciones
por un recorrido que lo tengo milimétricamente interiorizado por las veces que
lo he realizado.
La sorpresa llega cuando llego al
Refugio del Niu de l’Aliga donde miro el crono y llevo 3h15’ de carrera, justo
6 minutos menos que la edición pasada. Invierto 10 minutos en comer, reponer
los botes, beber algo de caldo y ponerme el corta-vientos antes de iniciar el
descenso. Los primeros 14km y 1900 D+ ya están en el bote! Ya “sólo” quedan
90km. Vamos!
Justo antes de iniciar el
descenso analizo el cielo y me tranquiliza saber que sigue habiendo claros y
nubes sin peligro de lluvia. Con un ritmo constante y sin tomar ningún riesgo,
no hay prisa, voy perdiendo altura. La primera zona es más pedregosa y técnica,
y la segunda transcurre más por sendero sencillo donde puedo correr fácilmente.
A mitad de la bajada aprovecho para desalojar líquido y quitarme el
corta-vientos, la temperatura es muy agradable.
Casi sin darme cuenta inicio la
ascensión a Penyes Altes. El punto de inflexión lo muestra el mismo sendero,
donde en la primera zona técnica ya encuentro de nuevo cola y algo de espera
para ir salvando según qué pasos. Con ritmo inferior al que llevaba y me
gustaría alcanzo la cota máxima de Penyes Altes (2300m +/-), no me preocupa
demasiado el ritmo ya que todo lo que no gaste ahora lo dispondré más adelante.
En ese momento cojo el sendero de bajada sin perder un segundo, adelantando a
varios compañeros de viaje que en esos momentos se tomaban un respiro en la
cima.
Este inicio de bajada transcurre por sendero
pronunciado pero no demasiado técnico, que me permite avanzar metros a buen
ritmo. Este sendero desemboca en un prado verde precioso, es un prado muy
abierto que tiene unas vistas increíbles y la senda que va por la cresta y por
donde la carrera transita es lo único que lo interrumpe. Es una imagen del
circuito imborrable.
Del prado sale una pista ancha descendente que
permite correr sin problemas y avanzar kms a buen ritmo. Es un tramo que se me
hace bastante largo y más aún cuando percibo que voy justo de agua. Después de
2 ó 3 kms, el recorrido de la carrera empieza a jugar con la misma pista y con
senderos pronunciados que nos ayudan a perder desnivel con rapidez. Es en estos
senderos donde me doy cuenta de los cientos de clases de “bolets” que se pueden
llegar a detectar.
Finalmente y ya algo desesperado,
la cabeza me estaba ya castigando, llego a Plans, tercer punto de control y
avituallamiento, km27 de carrera. Recargo los botes mientras bebo un par de
vasos de caldo, esta vez como bastante melón, me guardo unas gominolas y a la
salida de la carpa me encuentro con Germán del Ultra Jam, quien
desgraciadamente toma la decisión de abandonar porque va con fiebre. Qué mala
suerte!
Después de hablar con Germán
reinicio la marcha con mucho ánimo, sé que sólo tengo 1km de ascenso suave.
Finalizada la subida, inicio el descenso por una estrecha senda que a medida
que va avanzando se va cerrando por la vegetación y cada vez se hace más
técnica. Es una zona sombría y húmeda que hay que hacer con paciencia, y más en
su parte final donde se convierte en un regato con mucha piedra resbaladiza. Afortunadamente
salvo ese tramo complicado sin sustos; es aquí donde soy consciente que llevo
una jornada muy segura en la pisada. Sin duda gran elección las Ultraraptor de
La Sportiva, ideal para el perfil de la prueba. La última parte antes de llegar
a Bellver transcurre por pistas, calles y senderos descendentes por donde puedo
correr sin esfuerzos hasta llegar al polideportivo. Allí, en la recta previa,
ya me espera Gemma con las mochilas y su cinta roja en la muñeca que le permite
entrar conmigo en el avituallamiento de Bellver de la Cerdanya, km36.
Nada más entrar, un miembro de la
organización revisa mi material obligatorio: - “Es correcto!”. Rápidamente
lleno los botes de agua, dejo las mochilas en un sitio libre, y lleno
rápidamente un plato de pasta, otro de melón y otro con pan con tomate, fuet y
queso. Ah! Y el vaso de caldo Aneto que no falte! Mientras como explico a Gemma
las sensaciones que son buenas y que a pesar de estar ya cansado, es el Km36 de
carrera, estoy animado. No abuso de la comida para no arrepentirme al salir, y
aprovecho para ir al baño, asearme y cambiarme totalmente de ropa. Sin duda es
un buen truco para sentirse mejor. Por último, decido pincharme un “nolótil”
para reducir las molestias que llevo ya en la espalda. Esto me supone la
inversión de unos 15 min. más de tiempo. La chica de cruz roja me aconseja
severamente que para evitar mareos descanse 10 minutos en la camilla, y sin
dudarlo le hago caso.
Terminado el avituallamiento, en
total he estado 50’ en él, me despido de Gemma, le doy las gracias por su
paciencia y aguante (es un sol), y emprendo de nuevo la marcha. La salida de
Bellver se realiza por pista ascendente suave dirección de nuevo al corazón del
Parque Natural. Son unos 3 Km de cómoda pista que permiten hacer una tranquila
digestión a ritmo de andar rápido (6-7km/h). Sin esperarlo, mucho antes que la
edición del año anterior, las marcas obligan a dejar la pista y se adentran por
un sendero, a mano derecha, muy vertical que nos ayuda a ganar altura con
facilidad. En este momento decido sacar de nuevo los bastones y a ritmo bueno
de subida me uno a un grupo de 4 corredores que parecen ir constantes. Dos de
ellos canarios, de unos 40 años; y los otros dos catalanes y más jóvenes, unos
25 años. Durante estos kms voy participando puntualmente en la conversación que
llevan, y esto ayuda a que sin darme cuenta haya dejado el camino escarpado
para aparecer, de nuevo, en una pista cómoda ascendente de tierra. Este terreno
me permite avanzar ligero, mezclando el trote con un ritmo de caminar muy
rápido, sin realizar a penas desgaste.
El fruto de este paso lo
encuentro rápido, cuando antes de lo esperado me encuentro con el control de
Pendís, unos 25 min. antes de lo previsto. El control es una carpa en el
encuentro de dos pistas. Después de pasar el control aprovecho para rellenar
los botes, comer fruta y reponer golosinas, que me vienen muy bien en momentos
de apuro cuando me siento vacío. Estoy en el km 45, casi ya mitad de carrera,
me siento bastante entero, y he ascendido 750m cómodamente desde Bellver. Es un
buen aliciente saber que estoy de nuevo a 1750m de altura, y no percibo haber
hecho un gran desgaste.
Reanudo la marcha con mis cuatro
compañeros por la pista mezclando el trote con andar rápido, hasta encontrar un
par de kms después una senda estrecha que te introduce de nuevo en el bosque.
Los árboles más comunes que comprenden los bosques del parque son hayas,
robles, álamos o sauces, que a estas alturas de año todavía no han perdido su
hoja, ya que son caducifolios. Bien,
esta senda no es excesivamente vertical y nos permite ganar altura sin
demasiado desgaste. Además es un tramo que ya repetí el año pasado, y el
saberme conocedor del recorrido me da confianza. Poco después salimos a un
claro abierto de hierba baja precioso, donde mucho corredor aprovecha para
hacer un pequeño descanso y disfrutar de las vistas que son preciosas y donde
se aprecia ya el Pedraforca que se encuentra bastante más cerca. Nada más dejar
el prado reemprendo la ascensión; y como conocedor del tramo, recojo los
bastones ya que es una zona algo escarpada y vertical, no muy larga, donde voy
a necesitar las manos para trepar en varios pasos. Pasado este tramo, aprovecho
para beber y sacar los bastones. El recorrido a partir de este momento conjugará
mucho sube y baja por sendero con unas bonitas vistas a mano derecha (zona
norte), y escoltado por grandes “tapias” de piedra a mano izquierda, que sus
crestas llevan directamente a Pas de Gosolans. En esos momentos soy consciente
que mis cuatro compañeros se han quedado algo rezagados. Voy en estos momentos
con otro chico siguiendo una chica que lleva en las subidas y llanos un ritmo
buen ritmo interesante, así que decido no esperar y seguir avanzando.
Paso un pequeño momento de crisis,
aún siendo consciente que queda poco para Prats d’Aguiló, ya que me veo vacío y
sin agua. Me acuerdo de las golosinas que llevo en el lateral de la mochila y
acabo con ellas, las cuales me sientan fenomenal. Finalmente y por fin, detecto
a lo lejos, junto al refugio de Prat d’Aguiló la carpa del avituallamiento. Hay
que hacer una última bajada que adelanto a mis dos compañeros para llegar
cuanto antes.
Llego a la carpa con buenas
sensaciones, es el km57 de carrera y estoy a 2.000m. De repente analizo la
situación y me vengo arriba de moral por varios motivos: son las 19:15’, antes
de mi horario previsto, la espalda va aguantando bien, no llevo molestias, el
cielo está bastante claro, he pasado el ecuador de la carrera y algo muy
importante, voy a subir a Pas de Gosolans, que ya contemplo en frente, con luz solar: “Vamos!”
Rápidamente relleno los botes
mientras como pan con tomate. Como no hay embutido, los voluntarios comunican
que están subiendo, aprovecho para comer bastante melón, plátano y tomarme un
gel. Me pongo el corta-vientos, preparo los bastones y finalmente evacúo
líquido detrás de la carpa. Antes de salir repongo golosinas y veo como mis
cuatro compis llegan a la carpa en esos momentos, les saludo y me comentan que
tardarán un rato antes de seguir. Así que aprovecho para reemprender la marcha
solo. Son las 19:30h.
A buen ritmo afronto las primeras
rampas por el sendero que va continuamente zigzagueando para ganar altura. Es
una ascensión de 30-35 minutos bastante vertical, que se va acentuando a medida
que llegamos al final. Es una zona muy rocosa, totalmente abierta, que tiene
unas vitas preciosas hacia la Cerdanya. El paso que llevo es bueno, ya que voy
adelantando a participantes poco a poco antes de llegar al tramo final, donde
Álex, un chico que viene más rápido que yo me alcanza, ofrezco que me pase pero
no quiere. A partir de este momento comenzamos a comentar la carrera y sin
darnos cuenta nos encontramos coronando, con ambiente muy animado por los
voluntarios de la organización que allí se encuentran, y unas vistas
magníficas. Estoy en Pas de Gosolans, 2.422 metros de altura y km60 decarrera. Posiblemente
este punto tenga el entorno más bonito del recorrido para mí.
El sol ya ha caído, la
temperatura empieza a descender y la oscuridad asume todo el protagonismo.
Apenas hay luna creciente, así que la noche es cerrada. La buena noticia es que
se contempla un cielo estrellado impecable, y por tanto la posibilidad de
tormenta es casi nula. Es el momento de beber y sacar el frontal; y sin perder a
penas tiempo nos ponemos en marcha. Nos encontramos en una zona bastante plana
porque se “crestea” bastante y permite correr y trotar sin problema durante
unos 3km. A partir de aquí el recorrido en su descenso hacia Gósol combina todo
tipo de terrenos. Es un descenso hacia el sur, orientado hacia la zona del
Berguedà. La primera zona combina mucho tramo no marcado por pista o sendero, así
que se hace “campo a través” siguiendo las balizas clavadas en el terreno. No
hay árboles, es una zona muy abierta que nos permite ver a lo lejos la gran
sombra impactante negra del Pedraforca. Es un tramo que obliga a trotar y
correr porque es muy favorable, no obstante desgasta muchísimo los cuádriceps
que continuamente van reteniendo, y la planta de los pies, que sufren una
barbaridad por la de piedras que hay en el recorrido. A mitad de bajada hay un
pequeño descanso donde nos encontramos un punto de control, es un chico de la
organización en medio de una pista junto a un 4x4 que nos chequea el dorsal y
nos anima para terminar los últimos 4km antes de llegar a Gósol. Aprovechando
el giro sobre mi mismo para enseñarle el dorsal, que esta vez llevo en la
mochila (se me olvidó echar el porta-dorsal), veo un reguero continuo de luces
desde la cima hasta donde nos encontramos nosotros. Es espectacular.
De nuevo reemprendo la marcha con
Álex, ya con muchísimas ganas de llegar al siguiente punto de control, por
sendero descendente, boscoso, y bastante vertical y lleno de piedras, el cual
sigue castigando sin piedad cuádriceps y mis doloridas plantas del pie, a
medida que corro por él. Ya casi desesperado, estos últimos 4kms se me han
hecho eternos, se divisan las primeras luces y tejados de Gósol. Por fin llego
con Álex al pueblo de Gósol donde Gemma me espera junto al control, qué
alegría! Es el km70 de carrera y estoy a unos 1500m de altura. Es la hora de
cenar y reponer fuerzas. Vamos!
Me hago un sitio rápido en una
mesa y cojo un par de platos de comida, pasta en uno y pan con tomate y
embutido en otra. Gemma me ayuda a reponer botes, coger bebida y postre.
Mientras ceno y comento la carrera con Álex y Gemma, esta última bajada para mí
ha sido muy castigadora, voy aprovechando para ponerme la térmica larga y el
corta-vientos. La temperatura ha descendido notablemente, son ya las 22:30h.
Sopeso con Gemma la opción de pincharme de nuevo, pero como las molestias de
espalda no son muy alarmantes decido no hacerlo. Pienso que con un Enantyum puede
ser suficiente.
A los 30 minutos de haber llegado
Álex me anima a salir. Antes de reemprender la marcha saludo a mis antiguos
cuatro compañeros de carrera que entran en la carpa en esos momentos. Es la
hora de continuar, cuanto más tiempo llevemos parados más costará salir. Son ya
las 23h cuando reanudamos la marcha. Me despido de Gemma, y al momento
afrontamos ya una primera subida nada
más salir del pueblo. Me encuentro en un terreno rompe-piernas que transcurre
mayoritariamente por sendero boscoso, con bastante menos piedra y menos técnico
que el que nos ha llevado a Gósol. Aprovecho para ir charlando en las subidas
con Álex para amenizar el viaje, atravesar las 00.00h y pasar al día siguiente.
Soy consciente de ello y me mentalizo, empiezo poco a poco a tener la carrera
en la mano.
Las subidas y bajadas se entrelazan
constantemente y el sendero da paso a
una pista abierta, que nos permite llevarnos a la falda del Pedraforca. Es un
tramo que permite correr, trotar y andar. Adelantamos y somos adelantados por
otros corredores que van dosificando individualmente, o llevando el ritmo más
adecuado para su cuerpo. Este tramo de pista no dura mucho y poco después
aterrizamos de nuevo en un sendero vertical, que por la situación que nos
encontramos y soy capaz de percibir, nos debe haber acercado bastante al
refugio Lluís Estasén. Después de unos 15 minutos de subida, nos encontramos en
Coll de Bauma, estamos a los pies del Pedraforca. Buenas noticias porque es el momento de bajar. A trote y con buena cara, cogemos el sendero dirección a Saldes. Es de nuevo una bajada característica, boscosa, sendero descendente muy marcado, no demasiado técnico, pronunciado en algunos sitios, que permite bajar trotando teniendo mucho cuidado con raíces y piedras que encuentras constantemente.
Coll de Bauma, estamos a los pies del Pedraforca. Buenas noticias porque es el momento de bajar. A trote y con buena cara, cogemos el sendero dirección a Saldes. Es de nuevo una bajada característica, boscosa, sendero descendente muy marcado, no demasiado técnico, pronunciado en algunos sitios, que permite bajar trotando teniendo mucho cuidado con raíces y piedras que encuentras constantemente.
Esta vez los tejados y las luces
de Saldes no tardan tanto en aparece. Atravieso junto a Álex un par de calles
hasta llegar a unas escaleras que nos conducen al siguiente punto de control. Son
la 1h de la mañana, es el km 80 ya, estoy a unos 1200m de altura y llevo ya
casi 5.000 D+ en las piernas. Nada más llegar “subidón”, me encuentro con mi
hermana y Gemma que me están esperando contentísimas. Miro a mi hermana que la
noto emocionada al verme y me doy realmente cuenta que ya sólo queda rematar la
carrera. Últimos 23km, que además voy a tener la fortuna de compartirlos con
Carmina, ya que este año Gemma no podrá acompañarme porque se encuentra en su
última fase de recuperación por su importante operación de rodilla.
Aprovecho para beber, rellenar
botes, y tomarme un gel mientras preparo los bastones y el frontal a Carmina.
Sin muchas dilatación, reemprendo el recorrido de nuevo con Álex, un
participante conocido de Álex, mi hermana y yo. Los primeros 500m van llaneando
por sendero hasta llegar a una pista de piedras bastante vertical, que nos
permite perder altitud rápidamente. Minutos después, el sonido de un pequeño torrente
se va acentuando y nos indica que estamos llegando al punto de inflexión más
bajo de esa zona. Llegado a él, emprendemos una de las últimas dos grandes
subidas que nos faltan para completar la prueba.
En las primeras rampas ya
advierto a Carmina que cada vez me cuesta llenar más los pulmones, la espalda
cada vez molesta más, y aun no siendo preocupante es el momento de dosificar.
Así que aproximadamente sobre el primer tercio de subida, dejamos que Álex y el
otro compañero sigan avanzando, y nosotros establecemos un rumbo de crucero más
cómodo. La subida es por un sendero que en momentos es bastante vertical, que
va zigzagueando entre el bosque, y en ocasiones se intuye aéreo ya que la luz
del frontal se pierde en la oscuridad cuando buscas el espacio. Lo comento con
mi hermana, ya que ella padece acrofobia, pero me informa que al ser una noche
bastante cerrada y la luz del frontal no permite tener demasiada perspectiva de
la caída, y no siente sensación de vértigo.
Llevamos un ritmo constante y
tranquilo, únicamente interrumpido por una breve parada para coger aire, beber
agua o dejar pasar a algún participante que va más rápido que nosotros. Este
último tramo de subida se hace realmente pesado e interminable. Finalmente y
después de un par de amagos de no encontrarnos el control, llegamos al km 85 de
carrera: La Baena, 1435m de altitud. Una carpa en una pista, donde relleno los
botes, comemos unas almendras y algo de fruta, y unos mossos d’escuadra nos
confirman que no son 5km el último tramo que hemos hecho, sino que son unos 7km
ya que ellos lo habían hecho esa misma mañana. Esa distancia ya nos cuadra
bastante más.
Después de un susto con mi frontal,
no recordaba donde lo había dejado y lo llevaba encima, reemprendemos la marcha.
Esta vez acompañado también de uno de mis antiguos cuatro compañeros que
llevaba entre el km 40 y 50 de carrera. Es Carlos, uno de los dos canarios, un
tío muy alegre y con una cabeza privilegiada, ya que 40km después de sufrir calambres
aún estaba en carrera. A partir de este momento los tres cogemos rumbo a St.
Martí, es una pista descendente no muy
pronunciada donde se puede correr si vas con fuerzas, y no es nuestro caso, ya
que ir a trote es un lujo. La pista deja paso a un camino, siempre rodeados de
bosque, nada técnico y poco pronunciado. Es un momento de carrera donde muy
rara vez nos encontramos con algún otro corredor. La parte final antes de
llegar a St. Martí se hace por una pista, que de nuevo reconozco por haberla
hecho en la edición pasada y en algún entrenamiento, que no lleva demasiada
piedra y poco pronunciada. Poco antes de llegar a St. Martí adelantamos un
grupo de cuatro corredores donde alguno
de ellos lleva muy mala cara, y con síntomas de abandono.
Bien acompañados de las
conversaciones con Carlos, el canario, llegamos al km 90. Estamos en St Martí,
a 985m de altura. Justo aquí (bueno, unos metros antes) hace un año sufrí el
amargor del abandono, la agonía de los pinchazos en el pecho en cada uno de mis
respiros me impidió completar la prueba. Parece ser que esta vez es diferente,
me siento muy cansado, la espalda me molesta y me voy resintiendo cada vez más
de las ampollas de los pies. Sin embargo, de piernas no voy muy mal, y a pesar
de ir ya en reserva, estoy convencido que después de repostar en el
avituallamiento voy a emprender la marcha.
Es un momento de sensaciones
dispares. Mientras retomo fuerzas tomando caldo Aneto frío (ya no había nada
caliente), con trozos de fuet y cruasanes de chocolate, todo a la vez y eso que
no tenía hambre, mi hermana en esos momentos al verme estaba alucinando, contemplé
como un grupo de unas 8 personas habían llegado al límite de sus fuerzas,
estaban sentados y abrigados esperando a que viniesen a recogerlos. Esos
recuerdos de hace un año me hicieron levantarme rápidamente de mi silla,
rellenar los botes y explicar a Carlos y Carmina que debíamos salir ya. Estar
más tiempo parados no era nada bueno, eran las 3:30h de la mañana y nos
estábamos quedando fríos.
Reemprendemos la marcha con un
ritmo bastante relajado por un sendero que nos lleva hacia el inicio de “Els Empedrats”.
Comunicamos a Carlos que si quiere ir avanzando que pase, pero él se niega, comenta
que no lleva prisa y se lo quiere tomar con calma. Así que ya cruzando por primera
vez el río Pendís iniciamos la ascensión. A los pocos metros hemos de cambiar
las pilas del frontal de Carmina, que ya estaba en las últimas, y reemprendemos
el camino. El inicio a la subida a “Els Empedrats” se realiza por desfiladero
bien marcado por un sendero vertical que va cruzándose continuamente por el
río, y que constantemente va poniendo a prueba nuestro equilibrio, ya casi con
24h de carrera, cada vez que lo atravesamos pisando por las piedras húmedas que
en él se encuentran, y nos ayudan a cruzarlo sin caer en él.
Como nuestro ritmo no es muy
ligero, vemos como varios participantes van adelantándonos durante toda la
ascensión. Las conversaciones con Carlos amenizan la subida y ya habiendo
ascendido varios cientos de metros, nos encontramos con un par de participantes
que van un poco más despacio que nosotros, y me informan que a pesar de no
subir al refugio de St. Jordi hemos de subir a Coll d’Escriu. No es
relativamente una mala noticia ya que nos encontramos arriba, y a pesar de ser
200m D+ muy duros, son los últimos.
La ascensión la iniciamos detrás
de 2 participantes que llevan un ritmo realmente lento y van haciendo bastante
cola. A pesar de ello, como el sendero es bastante vertical y estrecho, sin
posibilidad de poder adelantarlos si ellos no se hacen a un lado, nos vemos
obligados a coronar Coll d’Escriu bastante despacio detrás de ellos. Sin tener
prisa ya que aprovecho para concentrarme en la respiración y oxigenar todo lo
mejor que puedo para no marearme, al final acabo nervioso de lo lento que
vamos. Así que cuando aparecemos en la pista, justo el punto más alto, animo a
Carmina y Carlos a trotar todo lo que podamos. Es una pista con bastante
desnivel y mucha piedra que castiga mucho los cuádriceps y mis maltrechas
plantas del pie.
A ritmo me pongo primero y
concentrado ya en mi escasa luz del frontal, voy marcando el paso en la bajada
mientras pienso que ya lo tengo hecho, que aún queda un buen esfuerzo, pero que
ser “finisher” de la prueba es un hecho. El final de la pista se me está
haciendo muy largo, y en varias ocasiones necesito echarme agua en la cara, los
ojos se me cierran más tiempo de la cuenta y el sueño aparece con fuerza por
primera vez en carrera. Después de más de 25 minutos complicados bajando por la
pista llegamos a Gréixer, último punto de control, una pequeña carpa sin comida
ni bebida donde nos toman por última vez el tiempo. Es el km98 de carrera.
Carmina aprovecha para retirarse y evacuar líquido, mientras varios
participantes aprovechan para adelantarnos.
Aproximadamente 1 km después de
Gréixer llegamos a la carretera, donde nos encontramos una carpa de
avituallamiento junto a ella, pero que decidimos no perder nada de tiempo para
beber o comer, no es necesario. En ese momento Carlos me mira y me dice que es
el momento y si estoy preparado. Asiento con la cabeza y me mentalizo que es el
último esfuerzo, así que nos ponemos a correr a unos 9km/h. Es la carretera que
lleva a Bagà, con desnivel favorable, sin mucha pendiente y donde podemos casi
apagar los frontales porque las primeras luces del día ya se dejan ver. A 1,5km de meta aproximadamente, dejamos la
carretera y a mano derecha nos sale un sendero por donde seguimos corriendo y
adelantando corredores. Justo antes de entrar a Bagà me pongo a andar, dejo que
Carlos tire unos metros más adelante, y después de comentar que la carrera está
hecha con mi hermana, reemprendemos el ritmo a trote. Callejeando por Bagà, con
los pelos de punta y más de 24h después de empezar a correr, llego a la recta de
meta emocionado y nervioso, saboreando el momento que tantas veces había pensado este año y tanto esfuerzo había costado. Allí, ya con la primera
luz de la mañana cruzo línea de meta arropado de los aplausos de las personas
que allí se encuentran, y lo celebro con un gran abrazo de agradecimiento con Carmina
y Gemma, que de nuevo allí se encuentra. El tiempo final 24h44’16’’.
En meta me reencuentro con
Carlos, con el que comparto otro abrazo, recibo la medalla de “finisher”,
realizamos las fotos de rigor y nos vamos al pabellón a reponer fuerzas. Allí
ya me comenta Gemma que Alex también llegó, justo 40 minutos antes, y mientras
desayuno un buen plato de espaguetis me comentan que por meta acaba de llegar el
otro canario, y uno de los otros dos chavales.
La de veces que he pensado que si
finalizaba la prueba no volvería a participar, incluso en la misma carrera lo
llegué a pensar muchas veces. Seguramente el abandono del año anterior me había
hecho ir más allá de lo que es el respeto a la prueba, quizá incluso algo de
miedo por haberlo pasado tan mal. En estos momentos, pasado ya unos días, ese miedo
ha desaparecido, el grado de satisfacción es aún mayor, y a pesar de
que si coincide en fechas otra prueba interesante prefiero no repetir en Ultra
Pirineu/Cavalls del Vent, no descarto volver a hacerla en un futuro.
Para finalizar agradezco enormemente
a Gemma y Carmina su ayuda para que pudiese completar la prueba. Estoy seguro
que sin ellas aún hubiese sufrido mucho más para completarla. Y agradecer la compañía
de Alex, Carlos, y todos aquellos participantes con los que he compartido kms en
la prueba. Sin duda, otra gran carrera imborrable para el recuerdo!
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