miércoles, 1 de octubre de 2014

ULTRA PIRINEU 2014. CRÓNICA DORSAL: 1021

Esta vez sí, esta vez sí! Esta vez no tuve que resignarme a volver a casa decepcionado y triste. Esta vez no tuve que saborear el amargor del abandono y sentir desolado como tanto trabajo, esfuerzo e ilusión se desvanecían ante mí a sólo 15km de meta, justo a las 2 de la mañana después de 17 horas de carrera. Esa rabia e impotencia que uno siente cuando un desgraciado imprevisto te aleja de un gran objetivo.
Han sido 365 días de larga espera para volver al mismo escenario, para volver a vibrar con la carrera, a sentir esa tensión previa en línea de salida, esa tensión que uno siente en silencio y concentrado cuando visualiza interiormente el recorrido de la misma por última vez. Sí, son esos 10 minutos mágicos previos que siente cada corredor, sumergido en los acordes de la música diseñada para la película “El Último Mohicano”, rodeado de mil locos con los mismos nervios y el mismo objetivo, arropado por un pueblo volcado con la prueba y bajo una noche tranquila y cerrada sin luna.
Todo está a punto! Ya no hay marcha atrás ni tiempo para lamentaciones. ¿Hubiese preferido llegar con más entrenos y menos peso? - Sí! ¿Acompañado de amigos para inmortalizar juntos otra prueba para el recuerdo? – Pues sí! Pero las circunstancias son las que son, el verano y el calor tan cercano impiden hacer una buena preparación. Sin embargo la confianza en la ilusión y ganas para esconder carencias son enormes. Vamos!
A las 7.00 de la mañana, todavía de noche, bajo la luz anaranjada de las farolas que iluminan la plaza porticada de Bagà, los vecinos en los balcones, familiares y acompañantes rodeando la plaza, bajo una tensión que desborda el ambiente, nervios a flor de piel y música a todo volumen, de repente explota la cuenta atrás: “diez, nueve, ocho…” y es cuando un alivio se apodera de mi. Por fin ha llegado el momento, se terminó la espera, ahora es el momento de  disfrutar. Cada zancada, cada paso cuenta y resta.
Los primeros metros que unen las dos plazas son lentos, salgo entre las últimas posiciones y el colapso es importante por Carrer Major. Al llegar a Plaça Catalunya ya se puede empezar a correr, me despido de Gemma que la encuentro en el sitio acordado, y rápidamente me reincorporo, intento recuperar alguna posición por el transcurso de las calles que me despiden del pueblo antes de afrontar los primeros metros de montaña. Sin embargo ya es tarde, los primeros tramos de sendero abrupto se convierten en colas de espera, donde participantes desesperados optan por realizar ineficaces y breves atajos, que rápidamente la vegetación les obliga a reincorporarse a la fila pocos metros después, saturando aún más la situación. Es una situación incómoda que desaparece al incorporarnos a la pista, donde puedo empezar a correr para ganar posiciones y adelantar participantes más lentos que yo. La pista desemboca en un prado, donde rápidamente al dejarlo y coger la estrecha senda ascendente se vuelven a generar más colas y espera.
Interiormente tengo la sensación de que este tramo lo he hecho bastante más lento que el año anterior por los colapsos. Sin embargo, sorprendentemente lo he hecho 2 segundos mejor: 1h44’01’’ frente a los 1h44’03’’ de la pasada edición! Recargo en el Rebost los botes, como algo de fruta y salgo rápidamente. Antes de llegar a la segunda rampa después del refugio, bastante dura, aproveché para comer un pequeño sándwich y reponer fuerzas. En esta segunda parte de la subida había mucho menos público que el año pasado, el día tapado impidió a mucha gente animarse a subir. Poco a poco y a un ritmo más constante voy ascendiendo con buenas sensaciones por un recorrido que lo tengo milimétricamente interiorizado por las veces que lo he realizado.
La sorpresa llega cuando llego al Refugio del Niu de l’Aliga donde miro el crono y llevo 3h15’ de carrera, justo 6 minutos menos que la edición pasada. Invierto 10 minutos en comer, reponer los botes, beber algo de caldo y ponerme el corta-vientos antes de iniciar el descenso. Los primeros 14km y 1900 D+ ya están en el bote! Ya “sólo” quedan 90km. Vamos!
Justo antes de iniciar el descenso analizo el cielo y me tranquiliza saber que sigue habiendo claros y nubes sin peligro de lluvia. Con un ritmo constante y sin tomar ningún riesgo, no hay prisa, voy perdiendo altura. La primera zona es más pedregosa y técnica, y la segunda transcurre más por sendero sencillo donde puedo correr fácilmente. A mitad de la bajada aprovecho para desalojar líquido y quitarme el corta-vientos, la temperatura es muy agradable.
Casi sin darme cuenta inicio la ascensión a Penyes Altes. El punto de inflexión lo muestra el mismo sendero, donde en la primera zona técnica ya encuentro de nuevo cola y algo de espera para ir salvando según qué pasos. Con ritmo inferior al que llevaba y me gustaría alcanzo la cota máxima de Penyes Altes (2300m +/-), no me preocupa demasiado el ritmo ya que todo lo que no gaste ahora lo dispondré más adelante. En ese momento cojo el sendero de bajada sin perder un segundo, adelantando a varios compañeros de viaje que en esos momentos se tomaban un respiro en la cima.
 Este inicio de bajada transcurre por sendero pronunciado pero no demasiado técnico, que me permite avanzar metros a buen ritmo. Este sendero desemboca en un prado verde precioso, es un prado muy abierto que tiene unas vistas increíbles y la senda que va por la cresta y por donde la carrera transita es lo único que lo interrumpe. Es una imagen del circuito imborrable.
 Del prado sale una pista ancha descendente que permite correr sin problemas y avanzar kms a buen ritmo. Es un tramo que se me hace bastante largo y más aún cuando percibo que voy justo de agua. Después de 2 ó 3 kms, el recorrido de la carrera empieza a jugar con la misma pista y con senderos pronunciados que nos ayudan a perder desnivel con rapidez. Es en estos senderos donde me doy cuenta de los cientos de clases de “bolets” que se pueden llegar a detectar.
Finalmente y ya algo desesperado, la cabeza me estaba ya castigando, llego a Plans, tercer punto de control y avituallamiento, km27 de carrera. Recargo los botes mientras bebo un par de vasos de caldo, esta vez como bastante melón, me guardo unas gominolas y a la salida de la carpa me encuentro con Germán del Ultra Jam, quien desgraciadamente toma la decisión de abandonar porque va con fiebre. Qué mala suerte!
Después de hablar con Germán reinicio la marcha con mucho ánimo, sé que sólo tengo 1km de ascenso suave. Finalizada la subida, inicio el descenso por una estrecha senda que a medida que va avanzando se va cerrando por la vegetación y cada vez se hace más técnica. Es una zona sombría y húmeda que hay que hacer con paciencia, y más en su parte final donde se convierte en un regato con mucha piedra resbaladiza. Afortunadamente salvo ese tramo complicado sin sustos; es aquí donde soy consciente que llevo una jornada muy segura en la pisada. Sin duda gran elección las Ultraraptor de La Sportiva, ideal para el perfil de la prueba. La última parte antes de llegar a Bellver transcurre por pistas, calles y senderos descendentes por donde puedo correr sin esfuerzos hasta llegar al polideportivo. Allí, en la recta previa, ya me espera Gemma con las mochilas y su cinta roja en la muñeca que le permite entrar conmigo en el avituallamiento de Bellver de la Cerdanya, km36.
Nada más entrar, un miembro de la organización revisa mi material obligatorio: - “Es correcto!”. Rápidamente lleno los botes de agua, dejo las mochilas en un sitio libre, y lleno rápidamente un plato de pasta, otro de melón y otro con pan con tomate, fuet y queso. Ah! Y el vaso de caldo Aneto que no falte! Mientras como explico a Gemma las sensaciones que son buenas y que a pesar de estar ya cansado, es el Km36 de carrera, estoy animado. No abuso de la comida para no arrepentirme al salir, y aprovecho para ir al baño, asearme y cambiarme totalmente de ropa. Sin duda es un buen truco para sentirse mejor. Por último, decido pincharme un “nolótil” para reducir las molestias que llevo ya en la espalda. Esto me supone la inversión de unos 15 min. más de tiempo. La chica de cruz roja me aconseja severamente que para evitar mareos descanse 10 minutos en la camilla, y sin dudarlo le hago caso.
Terminado el avituallamiento, en total he estado 50’ en él, me despido de Gemma, le doy las gracias por su paciencia y aguante (es un sol), y emprendo de nuevo la marcha. La salida de Bellver se realiza por pista ascendente suave dirección de nuevo al corazón del Parque Natural. Son unos 3 Km de cómoda pista que permiten hacer una tranquila digestión a ritmo de andar rápido (6-7km/h). Sin esperarlo, mucho antes que la edición del año anterior, las marcas obligan a dejar la pista y se adentran por un sendero, a mano derecha, muy vertical que nos ayuda a ganar altura con facilidad. En este momento decido sacar de nuevo los bastones y a ritmo bueno de subida me uno a un grupo de 4 corredores que parecen ir constantes. Dos de ellos canarios, de unos 40 años; y los otros dos catalanes y más jóvenes, unos 25 años. Durante estos kms voy participando puntualmente en la conversación que llevan, y esto ayuda a que sin darme cuenta haya dejado el camino escarpado para aparecer, de nuevo, en una pista cómoda ascendente de tierra. Este terreno me permite avanzar ligero, mezclando el trote con un ritmo de caminar muy rápido, sin realizar a penas desgaste.
El fruto de este paso lo encuentro rápido, cuando antes de lo esperado me encuentro con el control de Pendís, unos 25 min. antes de lo previsto. El control es una carpa en el encuentro de dos pistas. Después de pasar el control aprovecho para rellenar los botes, comer fruta y reponer golosinas, que me vienen muy bien en momentos de apuro cuando me siento vacío. Estoy en el km 45, casi ya mitad de carrera, me siento bastante entero, y he ascendido 750m cómodamente desde Bellver. Es un buen aliciente saber que estoy de nuevo a 1750m de altura, y no percibo haber hecho un gran desgaste.
Reanudo la marcha con mis cuatro compañeros por la pista mezclando el trote con andar rápido, hasta encontrar un par de kms después una senda estrecha que te introduce de nuevo en el bosque. Los árboles más comunes que comprenden los bosques del parque son hayas, robles, álamos o sauces, que a estas alturas de año todavía no han perdido su hoja, ya que son caducifolios.  Bien, esta senda no es excesivamente vertical y nos permite ganar altura sin demasiado desgaste. Además es un tramo que ya repetí el año pasado, y el saberme conocedor del recorrido me da confianza. Poco después salimos a un claro abierto de hierba baja precioso, donde mucho corredor aprovecha para hacer un pequeño descanso y disfrutar de las vistas que son preciosas y donde se aprecia ya el Pedraforca que se encuentra bastante más cerca. Nada más dejar el prado reemprendo la ascensión; y como conocedor del tramo, recojo los bastones ya que es una zona algo escarpada y vertical, no muy larga, donde voy a necesitar las manos para trepar en varios pasos. Pasado este tramo, aprovecho para beber y sacar los bastones. El recorrido a partir de este momento conjugará mucho sube y baja por sendero con unas bonitas vistas a mano derecha (zona norte), y escoltado por grandes “tapias” de piedra a mano izquierda, que sus crestas llevan directamente a Pas de Gosolans. En esos momentos soy consciente que mis cuatro compañeros se han quedado algo rezagados. Voy en estos momentos con otro chico siguiendo una chica que lleva en las subidas y llanos un ritmo buen ritmo interesante, así que decido no esperar y seguir avanzando.
Paso un pequeño momento de crisis, aún siendo consciente que queda poco para Prats d’Aguiló, ya que me veo vacío y sin agua. Me acuerdo de las golosinas que llevo en el lateral de la mochila y acabo con ellas, las cuales me sientan fenomenal. Finalmente y por fin, detecto a lo lejos, junto al refugio de Prat d’Aguiló la carpa del avituallamiento. Hay que hacer una última bajada que adelanto a mis dos compañeros para llegar cuanto antes.
Llego a la carpa con buenas sensaciones, es el km57 de carrera y estoy a 2.000m. De repente analizo la situación y me vengo arriba de moral por varios motivos: son las 19:15’, antes de mi horario previsto, la espalda va aguantando bien, no llevo molestias, el cielo está bastante claro, he pasado el ecuador de la carrera y algo muy importante, voy a subir a Pas de Gosolans, que ya contemplo en frente,  con luz solar: “Vamos!”
Rápidamente relleno los botes mientras como pan con tomate. Como no hay embutido, los voluntarios comunican que están subiendo, aprovecho para comer bastante melón, plátano y tomarme un gel. Me pongo el corta-vientos, preparo los bastones y finalmente evacúo líquido detrás de la carpa. Antes de salir repongo golosinas y veo como mis cuatro compis llegan a la carpa en esos momentos, les saludo y me comentan que tardarán un rato antes de seguir. Así que aprovecho para reemprender la marcha solo. Son las 19:30h.
A buen ritmo afronto las primeras rampas por el sendero que va continuamente zigzagueando para ganar altura. Es una ascensión de 30-35 minutos bastante vertical, que se va acentuando a medida que llegamos al final. Es una zona muy rocosa, totalmente abierta, que tiene unas vitas preciosas hacia la Cerdanya. El paso que llevo es bueno, ya que voy adelantando a participantes poco a poco antes de llegar al tramo final, donde Álex, un chico que viene más rápido que yo me alcanza, ofrezco que me pase pero no quiere. A partir de este momento comenzamos a comentar la carrera y sin darnos cuenta nos encontramos coronando, con ambiente muy animado por los voluntarios de la organización que allí se encuentran, y unas vistas magníficas. Estoy en Pas de Gosolans, 2.422 metros de altura y km60 decarrera. Posiblemente este punto tenga el entorno más bonito del recorrido para mí.
El sol ya ha caído, la temperatura empieza a descender y la oscuridad asume todo el protagonismo. Apenas hay luna creciente, así que la noche es cerrada. La buena noticia es que se contempla un cielo estrellado impecable, y por tanto la posibilidad de tormenta es casi nula. Es el momento de beber y sacar el frontal; y sin perder a penas tiempo nos ponemos en marcha. Nos encontramos en una zona bastante plana porque se “crestea” bastante y permite correr y trotar sin problema durante unos 3km. A partir de aquí el recorrido en su descenso hacia Gósol combina todo tipo de terrenos. Es un descenso hacia el sur, orientado hacia la zona del Berguedà. La primera zona combina mucho tramo no marcado por pista o sendero, así que se hace “campo a través” siguiendo las balizas clavadas en el terreno. No hay árboles, es una zona muy abierta que nos permite ver a lo lejos la gran sombra impactante negra del Pedraforca. Es un tramo que obliga a trotar y correr porque es muy favorable, no obstante desgasta muchísimo los cuádriceps que continuamente van reteniendo, y la planta de los pies, que sufren una barbaridad por la de piedras que hay en el recorrido. A mitad de bajada hay un pequeño descanso donde nos encontramos un punto de control, es un chico de la organización en medio de una pista junto a un 4x4 que nos chequea el dorsal y nos anima para terminar los últimos 4km antes de llegar a Gósol. Aprovechando el giro sobre mi mismo para enseñarle el dorsal, que esta vez llevo en la mochila (se me olvidó echar el porta-dorsal), veo un reguero continuo de luces desde la cima hasta donde nos encontramos nosotros. Es espectacular.
De nuevo reemprendo la marcha con Álex, ya con muchísimas ganas de llegar al siguiente punto de control, por sendero descendente, boscoso, y bastante vertical y lleno de piedras, el cual sigue castigando sin piedad cuádriceps y mis doloridas plantas del pie, a medida que corro por él. Ya casi desesperado, estos últimos 4kms se me han hecho eternos, se divisan las primeras luces y tejados de Gósol. Por fin llego con Álex al pueblo de Gósol donde Gemma me espera junto al control, qué alegría! Es el km70 de carrera y estoy a unos 1500m de altura. Es la hora de cenar y reponer fuerzas. Vamos!
Me hago un sitio rápido en una mesa y cojo un par de platos de comida, pasta en uno y pan con tomate y embutido en otra. Gemma me ayuda a reponer botes, coger bebida y postre. Mientras ceno y comento la carrera con Álex y Gemma, esta última bajada para mí ha sido muy castigadora, voy aprovechando para ponerme la térmica larga y el corta-vientos. La temperatura ha descendido notablemente, son ya las 22:30h. Sopeso con Gemma la opción de pincharme de nuevo, pero como las molestias de espalda no son muy alarmantes decido no hacerlo. Pienso que con un Enantyum puede ser suficiente.
A los 30 minutos de haber llegado Álex me anima a salir. Antes de reemprender la marcha saludo a mis antiguos cuatro compañeros de carrera que entran en la carpa en esos momentos. Es la hora de continuar, cuanto más tiempo llevemos parados más costará salir. Son ya las 23h cuando reanudamos la marcha. Me despido de Gemma, y al momento afrontamos ya una primera  subida nada más salir del pueblo. Me encuentro en un terreno rompe-piernas que transcurre mayoritariamente por sendero boscoso, con bastante menos piedra y menos técnico que el que nos ha llevado a Gósol. Aprovecho para ir charlando en las subidas con Álex para amenizar el viaje, atravesar las 00.00h y pasar al día siguiente. Soy consciente de ello y me mentalizo, empiezo poco a poco a tener la carrera en la mano.
Las subidas y bajadas se entrelazan constantemente  y el sendero da paso a una pista abierta, que nos permite llevarnos a la falda del Pedraforca. Es un tramo que permite correr, trotar y andar. Adelantamos y somos adelantados por otros corredores que van dosificando individualmente, o llevando el ritmo más adecuado para su cuerpo. Este tramo de pista no dura mucho y poco después aterrizamos de nuevo en un sendero vertical, que por la situación que nos encontramos y soy capaz de percibir, nos debe haber acercado bastante al refugio Lluís Estasén. Después de unos 15 minutos de subida, nos encontramos en
Coll de Bauma, estamos a los pies del Pedraforca. Buenas noticias porque es el momento de bajar. A trote y con buena cara, cogemos el sendero dirección a Saldes. Es de nuevo una bajada característica, boscosa, sendero descendente muy marcado, no demasiado técnico, pronunciado en algunos sitios, que permite bajar trotando teniendo mucho cuidado con raíces y piedras que encuentras constantemente.
Esta vez los tejados y las luces de Saldes no tardan tanto en aparece. Atravieso junto a Álex un par de calles hasta llegar a unas escaleras que nos conducen al siguiente punto de control. Son la 1h de la mañana, es el km 80 ya, estoy a unos 1200m de altura y llevo ya casi 5.000 D+ en las piernas. Nada más llegar “subidón”, me encuentro con mi hermana y Gemma que me están esperando contentísimas. Miro a mi hermana que la noto emocionada al verme y me doy realmente cuenta que ya sólo queda rematar la carrera. Últimos 23km, que además voy a tener la fortuna de compartirlos con Carmina, ya que este año Gemma no podrá acompañarme porque se encuentra en su última fase de recuperación por su importante operación de rodilla.
Aprovecho para beber, rellenar botes, y tomarme un gel mientras preparo los bastones y el frontal a Carmina. Sin muchas dilatación, reemprendo el recorrido de nuevo con Álex, un participante conocido de Álex, mi hermana y yo. Los primeros 500m van llaneando por sendero hasta llegar a una pista de piedras bastante vertical, que nos permite perder altitud rápidamente. Minutos después, el sonido de un pequeño torrente se va acentuando y nos indica que estamos llegando al punto de inflexión más bajo de esa zona. Llegado a él, emprendemos una de las últimas dos grandes subidas que nos faltan para completar la prueba.
En las primeras rampas ya advierto a Carmina que cada vez me cuesta llenar más los pulmones, la espalda cada vez molesta más, y aun no siendo preocupante es el momento de dosificar. Así que aproximadamente sobre el primer tercio de subida, dejamos que Álex y el otro compañero sigan avanzando, y nosotros establecemos un rumbo de crucero más cómodo. La subida es por un sendero que en momentos es bastante vertical, que va zigzagueando entre el bosque, y en ocasiones se intuye aéreo ya que la luz del frontal se pierde en la oscuridad cuando buscas el espacio. Lo comento con mi hermana, ya que ella padece acrofobia, pero me informa que al ser una noche bastante cerrada y la luz del frontal no permite tener demasiada perspectiva de la caída, y no siente sensación de vértigo.
Llevamos un ritmo constante y tranquilo, únicamente interrumpido por una breve parada para coger aire, beber agua o dejar pasar a algún participante que va más rápido que nosotros. Este último tramo de subida se hace realmente pesado e interminable. Finalmente y después de un par de amagos de no encontrarnos el control, llegamos al km 85 de carrera: La Baena, 1435m de altitud. Una carpa en una pista, donde relleno los botes, comemos unas almendras y algo de fruta, y unos mossos d’escuadra nos confirman que no son 5km el último tramo que hemos hecho, sino que son unos 7km ya que ellos lo habían hecho esa misma mañana. Esa distancia ya nos cuadra bastante más.
Después de un susto con mi frontal, no recordaba donde lo había dejado y lo llevaba encima, reemprendemos la marcha. Esta vez acompañado también de uno de mis antiguos cuatro compañeros que llevaba entre el km 40 y 50 de carrera. Es Carlos, uno de los dos canarios, un tío muy alegre y con una cabeza privilegiada, ya que 40km después de sufrir calambres aún estaba en carrera. A partir de este momento los tres cogemos rumbo a St. Martí, es  una pista descendente no muy pronunciada donde se puede correr si vas con fuerzas, y no es nuestro caso, ya que ir a trote es un lujo. La pista deja paso a un camino, siempre rodeados de bosque, nada técnico y poco pronunciado. Es un momento de carrera donde muy rara vez nos encontramos con algún otro corredor. La parte final antes de llegar a St. Martí se hace por una pista, que de nuevo reconozco por haberla hecho en la edición pasada y en algún entrenamiento, que no lleva demasiada piedra y poco pronunciada. Poco antes de llegar a St. Martí adelantamos un grupo de cuatro  corredores donde alguno de ellos lleva muy mala cara, y con síntomas de abandono.
Bien acompañados de las conversaciones con Carlos, el canario, llegamos al km 90. Estamos en St Martí, a 985m de altura. Justo aquí (bueno, unos metros antes) hace un año sufrí el amargor del abandono, la agonía de los pinchazos en el pecho en cada uno de mis respiros me impidió completar la prueba. Parece ser que esta vez es diferente, me siento muy cansado, la espalda me molesta y me voy resintiendo cada vez más de las ampollas de los pies. Sin embargo, de piernas no voy muy mal, y a pesar de ir ya en reserva, estoy convencido que después de repostar en el avituallamiento voy a emprender la marcha.
Es un momento de sensaciones dispares. Mientras retomo fuerzas tomando caldo Aneto frío (ya no había nada caliente), con trozos de fuet y cruasanes de chocolate, todo a la vez y eso que no tenía hambre, mi hermana en esos momentos al verme estaba alucinando, contemplé como un grupo de unas 8 personas habían llegado al límite de sus fuerzas, estaban sentados y abrigados esperando a que viniesen a recogerlos. Esos recuerdos de hace un año me hicieron levantarme rápidamente de mi silla, rellenar los botes y explicar a Carlos y Carmina que debíamos salir ya. Estar más tiempo parados no era nada bueno, eran las 3:30h de la mañana y nos estábamos quedando fríos.
Reemprendemos la marcha con un ritmo bastante relajado por un sendero que nos lleva hacia el inicio de “Els Empedrats”. Comunicamos a Carlos que si quiere ir avanzando que pase, pero él se niega, comenta que no lleva prisa y se lo quiere tomar con calma. Así que ya cruzando por primera vez el río Pendís iniciamos la ascensión. A los pocos metros hemos de cambiar las pilas del frontal de Carmina, que ya estaba en las últimas, y reemprendemos el camino. El inicio a la subida a “Els Empedrats” se realiza por desfiladero bien marcado por un sendero vertical que va cruzándose continuamente por el río, y que constantemente va poniendo a prueba nuestro equilibrio, ya casi con 24h de carrera, cada vez que lo atravesamos pisando por las piedras húmedas que en él se encuentran, y nos ayudan a cruzarlo sin caer en él.
Como nuestro ritmo no es muy ligero, vemos como varios participantes van adelantándonos durante toda la ascensión. Las conversaciones con Carlos amenizan la subida y ya habiendo ascendido varios cientos de metros, nos encontramos con un par de participantes que van un poco más despacio que nosotros, y me informan que a pesar de no subir al refugio de St. Jordi hemos de subir a Coll d’Escriu. No es relativamente una mala noticia ya que nos encontramos arriba, y a pesar de ser 200m D+ muy duros, son los últimos.
La ascensión la iniciamos detrás de 2 participantes que llevan un ritmo realmente lento y van haciendo bastante cola. A pesar de ello, como el sendero es bastante vertical y estrecho, sin posibilidad de poder adelantarlos si ellos no se hacen a un lado, nos vemos obligados a coronar Coll d’Escriu bastante despacio detrás de ellos. Sin tener prisa ya que aprovecho para concentrarme en la respiración y oxigenar todo lo mejor que puedo para no marearme, al final acabo nervioso de lo lento que vamos. Así que cuando aparecemos en la pista, justo el punto más alto, animo a Carmina y Carlos a trotar todo lo que podamos. Es una pista con bastante desnivel y mucha piedra que castiga mucho los cuádriceps y mis maltrechas plantas del pie.
A ritmo me pongo primero y concentrado ya en mi escasa luz del frontal, voy marcando el paso en la bajada mientras pienso que ya lo tengo hecho, que aún queda un buen esfuerzo, pero que ser “finisher” de la prueba es un hecho. El final de la pista se me está haciendo muy largo, y en varias ocasiones necesito echarme agua en la cara, los ojos se me cierran más tiempo de la cuenta y el sueño aparece con fuerza por primera vez en carrera. Después de más de 25 minutos complicados bajando por la pista llegamos a Gréixer, último punto de control, una pequeña carpa sin comida ni bebida donde nos toman por última vez el tiempo. Es el km98 de carrera. Carmina aprovecha para retirarse y evacuar líquido, mientras varios participantes aprovechan para adelantarnos.
Aproximadamente 1 km después de Gréixer llegamos a la carretera, donde nos encontramos una carpa de avituallamiento junto a ella, pero que decidimos no perder nada de tiempo para beber o comer, no es necesario. En ese momento Carlos me mira y me dice que es el momento y si estoy preparado. Asiento con la cabeza y me mentalizo que es el último esfuerzo, así que nos ponemos a correr a unos 9km/h. Es la carretera que lleva a Bagà, con desnivel favorable, sin mucha pendiente y donde podemos casi apagar los frontales porque las primeras luces del día ya se dejan ver.  A 1,5km de meta aproximadamente, dejamos la carretera y a mano derecha nos sale un sendero por donde seguimos corriendo y adelantando corredores. Justo antes de entrar a Bagà me pongo a andar, dejo que Carlos tire unos metros más adelante, y después de comentar que la carrera está hecha con mi hermana, reemprendemos el ritmo a trote. Callejeando por Bagà, con los pelos de punta y más de 24h después de empezar a correr, llego a la recta de meta emocionado y nervioso, saboreando el momento que tantas veces había pensado este año y tanto esfuerzo había costado. Allí, ya con la primera luz de la mañana cruzo línea de meta arropado de los aplausos de las personas que allí se encuentran, y lo celebro con un gran abrazo de agradecimiento con Carmina y Gemma, que de nuevo allí se encuentra. El tiempo final 24h44’16’’.
En meta me reencuentro con Carlos, con el que comparto otro abrazo, recibo la medalla de “finisher”, realizamos las fotos de rigor y nos vamos al pabellón a reponer fuerzas. Allí ya me comenta Gemma que Alex también llegó, justo 40 minutos antes, y mientras desayuno un buen plato de espaguetis me comentan que por meta acaba de llegar el otro canario, y uno de los otros dos chavales.
La de veces que he pensado que si finalizaba la prueba no volvería a participar, incluso en la misma carrera lo llegué a pensar muchas veces. Seguramente el abandono del año anterior me había hecho ir más allá de lo que es el respeto a la prueba, quizá incluso algo de miedo por haberlo pasado tan mal. En estos momentos, pasado ya unos días, ese miedo ha desaparecido, el grado de satisfacción es aún mayor, y a pesar de que si coincide en fechas otra prueba interesante prefiero no repetir en Ultra Pirineu/Cavalls del Vent, no descarto volver a hacerla en un futuro.
Para finalizar agradezco enormemente a Gemma y Carmina su ayuda para que pudiese completar la prueba. Estoy seguro que sin ellas aún hubiese sufrido mucho más para completarla. Y agradecer la compañía de Alex, Carlos, y todos aquellos participantes con los que he compartido kms en la prueba. Sin duda, otra gran carrera imborrable para el recuerdo!

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